Durante la República y el principio de la Guerra Civil, los sindicatos dirigentes (CNT y UGT) se valieron de los cines locales para proyectar películas afines a su ideología y doctrinas. Uno de los ejemplos más curiosos (no olvidemos que el nudismo formaba parte del credo anarquista) es el del largometraje estadounidense Elysia, el paraíso de los desnudistas, proyectada por el Capitol poco después de abrir sus puertas en 1935. Esta atrevida película, rodada dos años antes por Carl Harbaugh, suscitó algunas alertas entre el público más conservador de nuestra nación, pero no obstante obtuvo el aprobado de la censura para su exhibición en salas.